Nunca antes había estado en un chekcpoint en Cisjordania. Si es cierto que he estado en colonias y he cruzado el muro de seguridad varias veces en coche. Pero, pese a todo lo que haya leído o informado sobre los controles de seguridad y las actividades del ejército israelí en Cisjordania, no había experimentado estar allí, viendo el funcionamiento y la rutina tanto de los soldados como de los ciudadanos palestinos.
El checkpoint de Qalandya es el más grande de toda Cisjordania. Está abierto 24 horas al día y 7 días por semana y por el cruzan a diario cientos de palestinos. El complejo consta de oficinas, aparcamientos, un pabellón de espera cubierto por la lluvia y con climatización, al igual que la cola principal y una torre de control situada encima del peaje de vehículos. Posee dos principales puntos: El primero en el que sólo existe una cola y los palestinos verifican su identificación y su permiso y pasan por un control de metales y el segundo, una vez superado el primero, para que su permiso sea sellado y puedan cruzar a Israel. En el segundo control, existen seis ventanillas y no supone una espera de más de unos minutos.
Desde hace relativamente poco, sólo existe contacto directo con los soldados israelíes si el ciudadano palestino que va a cruzar a Israel debe ser registrado. Si no hay incidencias, no habrá contacto directo debido al nuevo sistema empleado por el ejército. Hasta para pedir permisos para ir a Israel, todo se hace por ventanillas blindadas. El sistema es más frío, sí. Pero un checkpoint no es un comité de bienvenida. Con esta novedad se logra que se agilice el cruce de palestinos, y se reduzcan las situaciones de abuso. Y sí, también hay situaciones de abuso, porque el ejército israelí no es un ejército formado por ángeles, como no lo es ningún otro en el mundo.
El Teniente Coronel Ofer Meytal, que lleva más de 20 años de servicio en COGAT -Administración civil y militar de los Territorios Palestinos- nos acompañó durante la visita y nos mostró cómo funciona el chekcpoint, qué pasa si hay un ataque, cuáles son los casos en los que se registra a un palestino, cifras sobre el funcionamiento del checkpoint…
Según ordenó el Tribunal Supremo de Israel, la espera de un palestino en un checkpoint no debería superar los 45 minutos. Pero manejar una situación así es complicado, y muchos palestinos han llegado a esperar varias horas. No es agradable estar en el checkpoint ni como soldado ni como visitante. Y mucho menos como ciudadano palestino que necesita cruzar a Israel por prescripciones médicas o por trabajo. Sin embargo,el objetivo de este chekcpoint y de los que quedan por Cisjordania -el ejército israelí en 2010 redujo el número a 14 para favorecer la libre circulación de palestinos- queda reflejado en lo que me dijo un soldado en Qalandya: Prefiero un palestino esperando varias horas que una madre israelí llorando. Si los líderes palestinos no hubieran optado por el terror, y si hubieran practicado pedagogía de la convivencia en lugar de educar a sus futuras generaciones en el odio, los chekcpoints no existirían.
Es así.
Interesante articulo, nunca estuve tampoco en un checkpoint. Me quedo con tu última frase: «Si los líderes palestinos no hubieran optado por el terror, y si hubieran practicado pedagogía de la convivencia en lugar de educar a sus futuras generaciones en el odio, los chekcpoints no existirían.»
Es similar a lo que le explicaba a un amigo sobre el muro. El muro no es el problema, es una consecuencia del problema. El dia que logremos convivir en paz, nada de esto será necesario.
Interesante. Por lo que veo las cosas en ese checkpoint han cambiado muchísimo. El checkpoint de Qalandia fue uno de mis primeros destinos como soldado, allá por los meses de otoño de 2005. Me alegra ver que la situación ha mejorado, tanto para los soldados como para los palestinos que intentan cruzar a Israel. Antes aquello era un caos total y estaba muy mal organizado.
Una descripción muy sanitizada de los checkpoints israelies, vive Dios. Sin embargo, la cosa adquiere otro color si se observa lo que los checkpoints significan en realidad para los palestinos. Compruébenlo viendo este video filmado por militantes israelíes pro derechos humanos:
http://www.machsomwatch.org/en/qalandiya_checkpoint_december_2011
Y si quieren adentrarse seriamente en el horror de los checkpoints israelíes, exploren el sitio web de Machsomwatch, una agrupación de mujeres israelíes que, escandalizadas ante los abusos israelíes en los puestos de control en territorio palestino, se dedican a documentarlos exhaustivamente, para denuncia y vergüenza de la potencia ocupante.
Finalmente, le niego la mayor al señor Eli Cohen: los puestos de control israelíes en Palestina no reponden a criterios de seguridad, sino de control de población y de recursos en el marco de la ocupación militar y al servicio del proyecto de transferencia de población (limpieza étnica) de las tierras palestinas conquistadas. La clave para entender esto es el concepto de «matriz de control» desarrollado por Jeff Halper. Según él, los checkpoints constituyen solamente una pieza más de un sistema general –una matriz de control– que garantiza el dominio de la potencia ocupante (Israel) sobre el territorio y la población del país ocupado (Palestina) con el objeto de favorecer la transferencia de población anhelada. Lean sus palabras:
«La matriz del control se refiere al uso de la planificación y de la ley, de la burocracia administrativa para controlar los movimientos, la edificación y la actividad comercial de los palestinos. En otras palabras, lo que la matriz de control supone es que más allá del asunto del control militar y más allá de los problemas territoriales, Israel ejerce un enorme control sobre Palestina. Controla el agua, las fronteras, controla Jerusalén, controla su ejército y controla su libertad de movimientos. Y, salvo que desmantelemos este núcleo de control, no habremos conseguido nada. La diferencia entre un estado palestino real, por pequeño que sea, y un Bantustán, se encuentra en el núcleo de control.»
El problema, pues, no es el terrorismo palestino (una futesa en comparación con las masacres que lleva perpetrando el aparato militar colonial israelí sobre la población palestina desde Deir Yassin hasta la operación Plomo Fundido, pasando por Qanna y por la Flotilla de la Libertad. El problema es la aspiración sionista de anexionarse los últimos trozos de la Palestina histórica (Gaza y Cisjordania) y su rechazo obtuso a cualquier solución que implique el retorno de Israel a las fronteras de 1967. Encegado por su propia obcecación, el poder sionista está tan pasado de rosca que ni siquiera se percata de está cavando su propia tumba desde el punta de vista moral, político y estratégico. Por lo pronto Israel ya ha conseguido convertirse en una etnocracia talmúdica que practica el apartheid, que oprime a millones de personas que viven bajo su bota militar y que se dedica a la rapiña sistemática de recursos de la población subyugada. El parlamento israelí, por su parte, acoge ya en su seno a figuras y partidos de talante directamente nazi, y la degeneración moral del Estado y de sus servidores no parece tener límite. No es de extrañar que un israelí cabal como Gilad Atzmon apostatara de semejante horror, renunciara a seguir oprimiendo a la población palestina en nombre de una ideología supremacista absurda y letal, y prefiriera mudarse a Londres a tocar el saxofón y a diseccionar los entersijos de la ideología política que provoca tamañas desgracias. Ojalá hubiera más como él.
Ah, y esto también: los checkpoints israelíes son una escuela de embrutecimiento y degradación de la que emergen promociones enteras de jóvenes israelíes empapados de delirios supremacistas y de desprecio por los derechos humanos de los denostados goyim (léanse los horripilantes testimonios de jóvenes soldados israelíes educados en la moral del checkpoint y del acoso al civil palestino, recogidos por la organización israelí Breaking the Silence). Ése sería también otro de los cometidos de los checkpoints y, ahora que lo pienso, tal vez sea uno de los más importantes: crear entre la población israelí vínculos de complicidad colectiva en el crimen de la ocupación, de modo que, como en las bandas mafiosas, la deserción se convierta en una opción imposible.