Por qué en Israel no existe el bipartidismo todavía

Si hacemos un repaso histórico a las elecciones en Israel, no encontramos ningún gobierno monocolor en su corta historia. La que más cerca estuvo fue Golda Meir en 1969 con 56 escaños. Obviando la acusada representatividad del sistema electoral ya mil veces comentada -2% de votos para obtener asiento en una circunscripción única con un electorado que no llega a los seis millones de habitantes- es interesante analizar diversos indicadores que explican por qué aún no se ha alcanzado un bipartidismo o tripartidismo  propio de naciones democráticas maduras.

Israel es un melting pot, tanto demográfica como políticamente

En primer lugar, el Estado de Israel es un país formado por inmigrantes de todos los rincones del mundo, con visiones políticas, costumbres y formación diferentes. A su vez, el Estado de Israel nace de la conjunción de varios movimientos sionistas con distintas concepciones de cómo formar y organizar el Estado. Esto ha provocado que cada colectivo medianamente reunido quiera alzar su voz e intentar lograr poder y representación en el pequeño Estado. Hay judíos provenientes de Europa, de los países árabes, laicos, religiosos, ultraortodoxos…todos y cada uno metidos en política.

Históricamente hay dos grandes tendencias, pero no alcanzan a gobernar en solitario debido a los debates existenciales inconclusos

Estas dos tendencias no obedecen a la absurda definición de Haaretz, que presentaba en las últimas elecciones dos bloques: derecha-religiosos y centro izquierda, metiendo incomprensiblemente a los partidos árabes o a Kadima en el segundo bloque. Las dos tendencias políticas en Israel son Avodá y Likud que, con sus anteriores nombres y coaliciones -Mapai o Herut- han sido los que han ocupado el puesto de primer ministro, con la excepción de Kadima, que se engloba en el círculo del Likud. Son los dos grandes grupos políticos del país, pero debido a sus escisiones internas nunca han consolidado una mayoría que les haga gobernar en solitario. La razón es que aún existen muchos debates existenciales sin concluir: el status quo con los privilegios religiosos, el conflicto con los palestinos, Irán, la ley del retorno… Cada uno de los temas está eternamente inacabado, y la clase política siente que de cada uno de ellos depende la supervivencia del país. De esta manera, es imposible llegar a consensos amplios, sino a pequeñas mayorías fragmentadas, que es lo que encontramos en la Knesset.

Sin embargo, si han estado cerca de llegar al bipartidismo, estas últimas elecciones han vuelto a terminar con esta posibilidad. Avodá está algo perdido en una extraña lucha política que está radicalizando al partido -Yajimovich clamaba en la noche electoral contra el capitalismo- ya que han dejado atrás su idea legendaria de tierras por paz, la cual quedó arrasada en la Segunda Intifada, según apunto el escritor Daniel Gordis días antes de la cita electoral. El Likud, por su parte, ha sucumbido por el centro y por la derecha ante dos nuevos líderes que, como ya hemos apuntado aquí, son el futuro de Israel: Yair Lapid y Naftalí Bennet respectivamente.

El pleno de la Knesset
El pleno de la Knesset

Hay más ideas que personas. No hay consenso suficiente para aprobar una Constitución

En las largas conversaciones que mantengo con mi querido Ariel Kanievsky, llegamos hace poco a la conclusión de que en Israel hay más ideas que personas. Es un resultado que se ha forjado durante siglos y se refleja en refranes tan universales como: 1 judío, 4 opiniones.

La tradición talmúdica -el Talmud ha sido la patria judía durante 2 000 años, a falta de tierra en donde establecerse- de preguntar, cuestionar y razonar hasta el infinito, está presente en la política de Israel. Las batallas políticas en Israel por cualquier cuestión son legendarias. Cada partido tiene más de una opinión y dentro de un mismo partido coexisten varias hasta que se suceden escisiones. Es muy dificil que ya dentro de los mismos partidos puedan ponerse de acuerdo: hay muchas opiniones y ninguna es mayoritaria.

Como si de una yeshivá se tratara, la política israelí está llena de preguntas, respuestas y opiniones que hace difícil llegar a grandes consensos. Prueba de ello, es que todavía Israel no tiene Constitución debido a la falta de mayoría suficiente, sino un conjunto de Leyes Básicas que actúan como tal.

La palabra que mejor define el panorama político es Balagán, que traducido castizamente es carajal. Pero es un carajal que ha funcionado y ha prosperado en un entorno hostil. Increíblemente.

2 comentarios

  1. Ultimasmente el tema de bipartidismo esta de moda entre los periodistas que por supuesto no son los que gobiernan. Pero yo pregunto: no es mejor y mas democratico el pluralismo existente en Israel?
    Por que tenemos que imitar en todo a los Estados Unidos ? Nuestro sistema es representativo y es bueno. Para que cambiarlo?
    Si se limitarian los partidos y solo quedarian Avoda y Likud,muchos como yo no votarian popr que a mi y a muchos ninguno de los dos me representan..
    Zeev Krashinsky- Kibutz Amir- Israel

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